- Traductor: Carlos Milla Soler
- Tapa blanda: 640 páginas
- Editor: Tusquets (5 de abril de 2016)
- Colección: Andanzas
- Idioma: Español
- ISBN-10: 8490662495
- ISBN-13: 978-8490662496
MI OPINIÓN
"Avenida de los misterios" es un ladrillo, una lectura que se hace pesada porque no acaba de arrancar en ningún momento, que deja al lector esperando a que los personajes despierten de su letargo emocional y que he terminado de leer por puro coraje, nada más.
Que John Irving es un escritor excelente (o debería decir era) no es cuestionable. Está claro que sabe contar historias, crear realidades interesantes y personajes tan atractivos como complejos. Pero esta vez se ha perdido. Ya venía trastabillando con sus anteriores novelas que para mí habían perdido su toque maestro y ha terminado por caerse, a mí, se me ha caído. Y sí, se ha roto.
La historia en sí lo tenía todo para ser una de sus fascinantes novelas. Personajes, el de Juan Diego, un escritor que fue niño del basurero de Oaxaca para terminar en Iowa con una pareja peculiar para convertirse en escritor, el de su hermana Lupe, niña con un peculiar don, y los curas, las mujeres que aparecen en su vida. Una trama que a ratos ha conseguido mantener mi ilusión de que íbamos a salir del bache tedioso. Maldita ilusión, qué malas pasadas nos juega.
Los problemas han venido porque John apenas nos cuenta nada, en realidad ya os he contado todo lo que sucede en la novela. Lo que hace es dar saltos en el tiempo para jugar con el pasado y el presente de Juan Diego, dar vueltas interminables y navegar a la deriva sin timón por las seiscientas páginas. Ya no digamos cuando deja de soplar el viento y la cosa se estanca sin remedio.
Y me habían avisado, un señor en el autobús me dijo apuntando mi libro con su mirada "¿Qué lees?" y yo que soy más maja que las pesetas le contesto y entonces me dice: "se pone muy pesado, da muchas vueltas para contar lo que pasó, pero al final mejora." Le devolví una sonrisa aunque por dentro maldije a toda su estirpe y me dio su tarjeta. ¿Qué clase de gente tiene todavía tarjetas? Pues los creepies que asaltan lectoras en los autobuses. Además era de una cuchillería sita en un callejón. Creo que esto es lo mejor que puedo contar de esta lectura.
Vale, volvamos a la novela que nos ocupa. El caso es que ninguna de las dos etapas, ni el pasado mexicano ni el tiempo actual en el que Juan Diego viaja a Manila consiguen mantener la atención aunque un poco mejor el presente. Todo son anécdotas de cosas que le suceden a unos personajes que podían haber sido de lo mejorcito que hay en la literatura actual, que tenían todas las de ganar y que pierden estrepitosamente. El principal motivo es que están anestesiados, ni sienten ni padecen, ni se revuelven ni pelean pero tampoco se deprimen. Van por la vida como si nada les hiciera bien ni mal, todo se lo toman como viene sin pena ni gloria, como si a Bill Gates le tocara lo puesto en el cupón de los ciegos.
De lo que les ocurre, algunas partes son interesantes pero están rodeadas de tanta morralla que para cuando llega a ellas, el lector está tan anestesiado como los personajes y no consigue emocionarse. A los personajes les falta carisma, personalidad y autenticidad, en realidad casi se podrían intercambiar y el resultado sería el mismo.
Respecto a los temas que toca la novela, algunos son muy crudos, como la infancia de Juan Diego y Lupe pero esto tampoco consigue contarlo de forma atractiva para el lector. Pasa de puntillas y vuelve a las anécdotas insulsas que ni tienen gracia aun cuando se nota que a veces esa era la intención.
La única persona de este libro por el que he sentido algo es el traductor, pobre, que tuvo que escribir tantas veces la descripción de un personaje, ¿no os da eso mucha rabia? Me refiero a que en vez de emplear el nombre, lo citan con una característica, como si Pepito llevara siempre calcetines rojos, entonces en vez de decir el nombre, repite constantemente "el que llevaba calcetines rojos", lo odio, me daban ganas de escupir cada vez que lo leía, pero el libro es mío y lo hubiera puesto perdido. Supongo que Word acudiría al rescate del pobre traductor y en cuanto ponía las primeras letras le salía la opción y le daba al intro. Por supuesto este no era el nombre del personaje ni su característica pero me cortaría un pelo antes de reproducirlo en mi reseña.
Y luego está el Juan Diego adulto al que en un arrebato de generosidad, John le concede realizar una fantasía sexual pero vaya, que tampoco se emociona con eso porque mientras las mujeres trajinan con él, él está pensando en lo que le pasaba de niño. Así que me parece que muy emocionantes no debían ser esos encuentros.
Total, que la historia del niño basurero que se quemaba las manos rescatando libros, que fue rescatado por un cura y que de adulto ya convertido en escritor de cierta fama viaja a Manila se ha perdido en una maraña de palabras huecas, un despilfarro de tinta y papel.
Vamos, el libro ideal para llevar los que vais a la playa o la piscina, buenísimo por su tamaño para apoyar la cabeza, te quedará perfectamente alineada con la columna.
Lo he terminado por pura rabia, por no dejarme vencer y porque el autor me gustaba mucho y me dio miedo perderme algo. Lo único que me hubiera perdido es un buen final, las cosas como son, no sé si por la ilusión de llegar a él o porque en realidad es bueno pero ha estado bien y es de lo poco coherente que hay en la novela.
Y qué narices, porque es como esa gente que hace deporte (yo no tengo ese gen), que de repente le da por hacer barbaridades aunque esté a punto de explotarles la arteria aorta y el corazón y llegan al final desmayados pero ahí están, lo consiguen, así he querido yo terminar con este libro, aunque me costara la misma vida lectora.
Abu, te dejo hacer los honores.