SANDRO VERONESI
- Traductor: Juan Manuel Salmerón Arjona
- Editorial : Editorial Anagrama; N.º 1 edición (4 noviembre 2020)
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 320 páginas
- ISBN-10 : 8433980726
- ISBN-13 : 978-8433980724
MI OPINIÓN
"El colibrí" es un auténtico valle de lágrimas, con algunos momentos estelares, un final efectista pero extremadamente pesado de leer.
Marco es un oftalmólogo que un día recibe la visita del psicoanalista de su mujer que viene a traerle una noticia que al final no le da pero que termina por complicarle la vida. Este es el punto de partida de un relato que vendrá a desgranar los acontecimientos familiares y vitales más importantes de Marco, sus relaciones con familia y amigos, un amor imposible y muchas enfermedades, pérdidas, ausencias y sobre todo, dolor, con muy pocos momentos de luz.
Sí, lo sé, vengo a dar la nota, porque este es un libro encumbrado por los lectores en general y la crítica, que han disfrutado mucho con el sufrimiento de este personaje y su vida en la que todo lo que puede salir mal, sale peor. La culpa de que esto no haya funcionado la tenemos los dos, el libro y yo, cincuenta/cincuenta. Y ya os voy a contar por qué.
Un narrador omnisciente que sigue a Marco y a través de su mirada, es el encargado de situarnos en los distintos escenarios y momentos en los que se va a desarrollar la historia. Al inicio de cada capítulo indica estos datos para que el lector no se pierda. Va contando cada parte de la historia según surge la necesidad de determinada información para entender el momento actual. También incluye varias cartas, unas escritas por el propio Marco a su hermano Giacomo que nunca le contesta, y otras que intercambia con Luisa, su amor imposible, que contesta cuando le parece.
Es una novela centrada sobre todo en los sentimientos y las vivencias más íntimas de los personajes, principalmente de Marco, y los demás, en relación con él. Es un dramón con mayúsculas, todo se tuerce en algún momento y son muy escasos los momentos de felicidad que tiene Marco. Es verdad que hay gente que tiene muy mala suerte en la vida, que como decía Pau Donés, han nacido en la cara mala y llevan la marca del lado oscuro, pero cuando se trata de leer, yo siempre pienso lo mismo que leí una vez en un libro de Félix J. Palma, "no le robes la esperanza a los lectores", pues eso, que yo, si me roban la esperanza, pues acabo por no sentirme bien leyendo y cojo distancia con unos personajes que precisamente buscan lo contrario, sensibilizar al lector y ganarse su empatía. En este caso, el único que lo ha conseguido es el padre de Marco, Probo, otro al que le pintaron bastos en la vida, pero que sí me ha conmovido, me ha producido ternura y empatía.
Aparte del cúmulo de desgracias y desventuras, lo que no me ha convencido tampoco es el amor imposible entre Luisa y Marco. Estoy muy a favor de los amores irrealizables, son entretenidísimos, le das al botón de la imaginación y te vuela el cerebro, pero una vez que se resuelven, para bien o para mal, pues ya estaría, sin embargo, estos dos personajes siguen lastrados por algo que no tiene ni ton ni son y que dura demasiado.
Pero lo peor no es esto. Lo peor es el estilo del autor. A ratos me ha funcionado, y por eso digo que hay varios momentos estelares, muy buenos, muy bien narrados y que parecía que iban a levantar la historia. Pero hay tres cosas que llevo muy mal y que han hecho que la lectura me haya producido un auténtico hastío. Las repeticiones, el uso y abuso desesperante del demostrativo "aquel" en todas sus formas de número y género en plan "aquel café, que nos tomamos aquella tarde, en aquel rincón de aquella cafetería", y las interminables enumeraciones. Párrafos de seis páginas me parecen fuera de lugar, un paréntesis de más de media página, que cuando llegas al final y ves el signo de cierre ya ni te acordabas de que era un paréntesis, tres páginas para hacer un inventario de muebles del hogar me sobra, algunas cartas donde se juntan muchas palabras pero que acaban por no decir nada o empiezan con el lamento gitano y pierden encanto. Un alarde de gran conocimiento de vocabulario que tampoco ha hecho otra cosa que romper el ritmo de la narración. No es que haya que reducirlo todo a sustantivo, verbo y escribir como un adolescente en Twitter, eso no, pero tampoco hay que pasarse y colocarle ocho adjetivos a cada sustantivo, entre Pepín y Pepón, está Pepe.
Y todo esto, nos lleva a un final efectista, inteligente pero también un poco tramposo. Marco toma una decisión que lleva al lector a pensárselo dos veces, es inevitable hacer la reflexión personal al respecto, pero tiene alguna que otra cosa cuestionable.
Y esto es lo que hay. Si te gusta el estilo denso y rococó como esas casas en las que entras y no encuentras hueco donde poner la mirada y estás todo el rato temiendo romper algo, te va a encantar el libro. Y si también te gusta el drama literario non stop, pues disfrutarás mucho, tanto como montones de lectores que están entusiasmados con esta novela y su autor.
PUNTUACIÓN: 2/5